LA VENDEDORA DE
CERILLAS
Todo sucedió en
el día más frio del invierno, una niña quien había perdido muy pronto a sus
padres, se fue a vivir con su abuelita; con el pasar del tiempo su abuelita
fallece y tuvo que irse a vivir con quien ahora es su patrón. La ciudad estaba
celebrando vísperas de navidad, todos se encontraban muy contentos,
especialmente los niños ya que pronto abrirían sus regalos; mientras todas las
familias se encontraban organizándose para recibir la navidad, la niña desde
muy temprano se encontraba vendieron las cerillas ya que su patrón era una
persona muy mala y ambiciosa, le dijo que no regresara hasta que termine de
venderlas todas; pasaron las horas y ya se aproximaba la noche, sin suerte
alguna la niña sentía mucho frio y tenía mucha hambre; caminando pidiendo
por favor que le compren las cerillas, se acercó una señora muy amable y le
compró una cajita de cerilla, tocándole la mano le dijo: niña estas muy fría,
deberías ir a tu casa.
La niña muerta de hambre y de lo
cansada que se encontraba se sentó en la nieve, sintiéndose muy triste y con
mucho frio preguntándose ¿Si enciendo una cerilla quizás ya no sienta tanto
frio? Entonces encendió una cerilla y de pronto apareció una imagen de una
chimenea encendida que le daba mucho calor, la cerilla se apagó y la niña muy
triste encendió otra cerilla, pero esta vez apareció una imagen de un árbol
gigante de navidad con muchos regalos, la niña corriendo hacia los regalos
queriéndolos tocar y pum! la cerilla se apaga; volviendo a prender
otra cerilla pero esta vez apareciendo otra imagen de una mesa llena de comida,
la niña queriendo comer todo lo que había en la mesa y de nuevo la
imagen desaparece de inmediato; prendiendo otra cerilla apareció una
imagen muy tierna, era la imagen de su abuelita ella solo
quería abrazarla pero la cerrilla se volvió apagar, entonces la niña prendió
toda la caja de cerrilla para que pueda volver a ver la imagen de su abuelita,
ella pudo abrazarla muy fuerte hasta sentir sus rodillas calientitas, la
abuelita le acaricio el rostro de la niña diciéndole: duerme mi niña hasta que
se quedó profundamente dormida. Amaneció y nadie supo de las cosas tan
maravillosas que vio la niña, ni de lo feliz que fue, pero ahí estaba con una
caja de cerillo en sus manitas.
FIN
- Daniela, Ocas
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